Saltar al contenido

La Ceceda de nuestros abuelos. Homenaje a Pin Ureta

6 de septiembre de 2012

No descubro nada si afirmo la importancia del legado de Pin Ureta (1921-2007) en la pasión por saber más de Ceceda, indagar en un pequeña historia y recordar su pasado, sus gentes y sus historias. Cuando hace años llegó a mis manos su libro mecanografiado sobre Ceceda -escrito creo en 1988- encontré en sus páginas esa historia-memoria que todos llevamos dentro. Como homenaje a Pin Ureta traigo aquí algunos de sus recuerdos que nos hablan de los personajes, la vida social, las diversiones y juegos, la vivienda, la alimentación o los recuerdos de escuela en un tiempo impreciso que nos lleva seguramente a los años veinte y treinta y a las décadas en las que transcurre su infancia y juventud. Esa indefinción cronológica del recuerdo nos remite al tiempo pasado abstracto como si fuese construido por una especie de memoria colectiva. Así fue como percibí sus palabras y recuerdos: como una llamada a saber más de los personajes y lugares que evoca. La misma sensación que la mirada a aquella foto de un grupo de vecinos  junto al hórreo de La Capilla en la que descubrí  a mi abuelo y el mundo de la infancia de mi padre, compañero de generación de Pin.

Por las páginas de Pin pasan los recuerdos de aquellos años de sus infancia inspirados por  Antón el Ñanu, María la Cona, Aurora la de Polina, la vieja Getra, Quilo “el ciego” -que hizo las Américas y gustaba hablar de sus andanzas por aquellas tierras) y que vivía en la actual Casa de Genaro-, “La Cuartelera” y su criada liliputiense Aurorita,  “La Xica” experta en descifrar los parentescos de los parroquianos, Rosa la Chata, vendedora de chucherías en las fiestas, Belarmino, el xastre de Mures, la consulata de don Florentino, y Quilota de Villamayor.

El tiempo supongo que era mas largo, el contacto social frecuente y los portales de las casas, las cocinas, las tertulias en  los bares y tabernas –Casa Genaro, Casa de Florina, Casa de Pancho, las fiestas y celebraciones en la iglesia, las reuniones de jóvenes en La Rendona , en el Campo de la Iglesia o en el Lavadero de Doña Sabina lugares de encuentro entre los  vecinos de Ceceda.  Destaco el  recuerdo del “conceyu” que se formaba baxu el hórreo que hay delante de  de la casa de “Quilo el ciegu”. Cuando hacia mal tiempo, la tertulia se trasladaba a la cocina.

La infancia y juventud de Pin nos lleva también a las diversiones de entonces, aquellos años de principios de siglo hasta los años treinta,  en la época anterior a las ondas herzianas y a la pantalla global: las loterías en la antojana y en el portal de Casa Iñigo, las partidas de brisca, el juego de bolos en el Campulotu, los bailes en La Rendona amenizados por el organillos de “Modesto el de Mures”, los bailes en el salón de Ali de Miguel El Carniceru, las verbenas veraniegas, las representaciones teatrales en la Escuela (Arniches, Muñoz Seca…) y en los sótanos de la Casa Nueva en la que llegó a representarse Hamlet.  Para San Juan se plantaba un enorme fresno en La Rendona y se bailaba la Danza Prima; las fiestas dominicales y fiestas de guardar, todo un año de culto, de misas solemnes o cantadas (Epifanía, San José, Semana Santa, el Corpus,  el día del  Carmen, San Miguel, Todos los Santos, Inmaculada , Navidad), rosarios y novenas y ceremonias religiosas (bautizos, “ir a ofrecer”, primera comunión, bodas y funerales- junto a velorio y entierru…) convertían a la iglesia en un lugar privilegiado de vida social.

En cuanto a los más jóvenes, en primavera muchos guajes iba “a ñeros” (vencejo, ñerbatu, pega, xilgueru y otros páxaros..). El verano, propiciaba el fútbol en los campos de Les Arriondes y posteriormente en el del Fondón, cerca de Ali; los baños en el Pozu los Caballos, la pesca de truchas… Los juegos infantiles eran con botones y   peonzas y banzones y chapas, juegos  de correr o esconderse –como aún  las nuevas generaciones juegan a cacos y polis- : así el  “pío campo” o “bendito el airón” se organizaban en el Campu de la Iglesia teniendo como límite el bebederu de La Capilla que delimitaba el pueblu de arriba y el de abaxu . Cuando llovía se utilizaba también el pórtico de la Iglesia. Otra forma de vida social durante todo el año era “ir a moces y cortejar” que en más de una ocasión acaba en capitulaciones matrimoniales o en hinchazones del vientre de las doncellas.

Las casas solían ser de  planta baja y piso: en la planta baja la cocina era el centro de la vida familiar, con su fornu o llar y, en casos privilegiados la cocina bilbaína, los escaños y tayueles,  el medio casa con  los aperos de labranza y la puerta –abierta de día, cerrada sólo de noche- con “el furacu de les pites” que también utilizaban los gatos y les madreñas a la entrada. Arriba los cuartos con ventanuco y catre o cama de hierro con  jergones de ramas de maíz o lana y sus sabanas hiladas a mano, le baúl de la ropa blanca, los retratos de familiares y cuadros y litografías  de santos. Y el corredor en el que secaba la cosecha y la ropa y anidaban las golondrinas.  Los candiles  daban paso a la tenue luz de alguna  bombilla eléctrica

La alimentación era la previsible en un pueblo de agricultores y ganaderos y durante mucho tiempo esa sociedad tradicional comía lo que el Doctor Roel describía en su Etiología de la pelagra en 1880:  pan de maíz, habas, legumbres, patatas, nabos y calabazas, grasa de tocino , tortas de harina de maíz, mezcladas con miel, leche y derivados, suero, manteca de vaca o cerdo, huevos, castañas – que empezaban en Ceceda a recogerse por San Miguel- manzanas, peras, avellanas, moras y algún pescado (sardina, atún, congrio…) que de la costa trajesen. En casi todas las casas había un pequeñu rebañu de pites y su gallo que dormían bajo la escalera; en muchas la cuadra acogía a les vaques y en el huerto casi todos los vecinos “coyin fabes, patates y maiz pal añu”. La esburrulla consistía en una reunión nocturna para deshojar y enrriestrar el maíz El pan llegaba de Infiesto y Nava aunque en casa se hacían tortas y boroña. Hoy tenemos de todo pero tenemos menos vaques, gallinas, castaños y pitos dentro de la aldea.

En Ceceda, llegó a haber cuatro llagares alimentados por las pomaradas de Tuto, Rivaya, Genaro, Manolín Zapatero; tres molinos harineros (el del Escobiu, de Solares; el de Les Pandielles y el de Rivaya que molían a todas horas harina que venía hasta de Cabranes y Villaviciosa. Establecimientos comerciales abiertos al público como tiendas de comestibles y bar  debemos citar Casa Genaro, casa Florina, Hijas de Alonso, ultramarinos, Viuda de Viejo, Casa Adolfo, Casa Lucinia, Casa Pancho y Casa Ángel de la Xica,. Por poco tiempo tuvo Ceceda una Botica.

Artesanos célebres fueron Silvestre en el Pedregal y “El Conejo” zapateros; Tino Reguero en La Rendona y Florento en La Trancada, constructor de carros del país y maestro de José Echevarría y Bermúdez;  la barbería de Pachín el de La Corva; el taller de carpintería de Pepe “El Piloñu”… y madreñeros, canteros, albañiles y un gaiteru en  Fresnadiellu. Afiladores, paragüeros, caldereros, manegueros, peñereros o capador eran artesanos ambulantes que de vez en cuando visitaban el pueblo.

Otro de los lugares inolvidables y principales de la vida social de un pueblo como Ceceda era la escuela. Cuando las lecciones se aprendían al pie de la letra, se escribía la plana con pluma y tintero y el palu de avellana corregía las travesuras y las  faltas de ortografía, de estudio y de disciplina.  Los exámenes a final de curso servían para entregar los premios instituidos por el Doctor Roel que también dejó en su testamento la visita médica de los viernes para examinar la salud e higiene de los escolares. Algunos escabecheros acudieron a la escuela de Corona, en la que por un módico precio se aprendían las primeras letras.

Texto extraído de la Pequeña historia de Ceceda de Pin Ureta, 1988

Pin Ureta recibió como reconocimiento el  escabecheru de oro en 2005  y el 30 de septiembre de 2007, el día en que hubiera cumplido 86 años, se le puso nombre a la calle de ceceda que le vio nacer.

Pin leyendo su discurso como escabecheru de oro 2005

Para saber más…

Reseña biografica de Pin Ureta en Una calle como regalo de cumpleaños de Mariola Menéndez

La localidad naveta de Ceceda rindió ayer un homenaje póstumo a uno de sus paisanos más conocidos, Pin Ureta. Una calle del pueblo que le vio nacer llevará su nombre en recuerdo «al amor que tenía a su tierra, incluso delirio», como afirma su hija, María Jesús Ureta. «Es una satisfacción enorme ver cómo mi padre era querido por el pueblo. Es la cosecha que recoge». Pero afirma que «era muy discreto y no le gustaban estos reconocimientos», continúa. «Él escarbó en lo que estaba perdido». No es el primer reconocimiento que recibe de su gente. En 2005 recibió el «Escabecheru de oro», galardón que se enmarca dentro de los actos que  cada año se organizan con motivo del mercáu astur.

José Ureta, más conocido como «Pin», nació el 30 de septiembre de 1921, por lo que hoy se conmemoran los 86 años de su llegada al mundo  en el seno de una familia humilde y numerosa. A los dos años se quedó huérfano de madre y la tuberculosis, enfermedad que sufrió durante cuatro años, marcó parte de su vida. Tanto, que incluso se casó con la enfermera que le atendía. Su profesión también estuvo vinculada con la salud. Trabajó como practicante en el Hospital de Ensidesa en Avilés, ciudad en la que residió hasta que se jubiló. Entonces puso rumbo hacia Madrid, para vivir con su hija María Jesús, y allí falleció a principios  de este año.

Aunque Pin Ureta era un hombre de ciencia, desde joven demostró una especial afición por la literatura. En 1945 escribió «Díxolo Blas», una obra de teatro en asturiano y de estilo costumbrista. Posteriormente
dio otro salto literario para narrar la biografía de su paisano el doctor Roel, investigador de la «pelagra» y principal artífice de la traída de agua de la localidad.

El querido «escabecheru» quiso recoger en dos obras el legado de la tradición oral, esa sabiduría que se va transmitiendo de generación en generación y sobre la que no suelen abundar demasiados documentos escritos. Hizo de su pueblo la piedra angular de ambos estudios. Escribió «Pequeña Historia de Ceceda» y «Cabos sueltos, vivencias, costumbres, historias, oficios y anécdotas de las gentes de Ceceda del siglo XX». No obstante, Pin Ureta era un hombre bastante receloso y prefería compartir sus proyectos con sus más allegados. Incluso, quienes le conocen, dicen que en uno de sus libros escribió «edición agotada» e irónicamente afirmaba que sólo había diez ejemplares disponibles.

Un hombre inquieto como él aprovechó las horas libres que permiten la jubilación para conocer aún más sobre su tan querida y añorada Ceceda, de la que le distaban casi 500 kilómetros desde Madrid.
Fue entonces cuando realizó una importante labor de hemeroteca, repasando y recopilando todos los artículos, informaciones o datos que hicieran referencia a la tierra que le vio nacer. Se hizo con un
importante material, mucho de él pendiente de catalogar y ordenar.

Pin Ureta también era aficionado a la fotografía, como así lo demuestran las muchas instantáneas antiguas que coleccionó. Quienes le conocieron dicen de él que era una «persona sencilla, de conversación amena, socarrónÉ», lo que le convirtió en «la memoria viva de Ceceda».

Su personalidad, su amor por su pueblo, su dedicación por rescatar del olvido y mantener en vigencia las costumbres que configuraron el carácter de sus gentes y, en definitiva, el suyo propio,  son algunos de los motivos que han impulsado a las juntas vecinales de Ceceda, la Fundación Roel y la Asociación Ceceda Pueblo Astur a proponer  que una calle de la localidad llevara el nombre de Pin Ureta. El alcalde de Nava, Claudio Escobio, destacó que «es una propuesta del pueblo a un vecino del pueblo». Añadió que «dicen que es difícil ser profeta en su tierra y algo bueno tuvo que hacer este hombre para serlo.  Dejó huella».

La calle, que va desde el número 58 de la plaza de la Rendona hasta el número 150 del Xuegu la Bola, llevará el nombre de uno de sus vecinos más ilustres. Ayer, todos se preguntaban en Ceceda quién era Pin  Ureta. Gustavo Adolfo Caso Calleja, representante de la Junta Vecinal, lo definió como «un ilustre «escabechero», que buscó y rebuscó en la historia de Ceceda y que se fue para la Fontanina (cementerio
parroquial), en su querida Ceceda». Leocadio Redondo Espina, cronista oficial, también afrontó el reto de glosar su figura.

Pin Ureta, Ceceda en el alma de Leocadio Redondo Espina

En Recuerdos de Ceceda y Gentes de Ceceda de la web escabecgeru.org se recogen fotografías que formaron parte de las exposiciones que se hicieron durante las ediciones del Mercáu astur entre 2005 y 2007

Discursos de María Jesús Reguero y Pin Ureta con motivo de la entrega del escabecheru de oro de 2005

No comments yet

Deja un comentario